Daniel,

Pero mis emociones no tardaron en cambiar. Se organizó una velatón frente a la Posta Central, y sin pensarlo mucho me dirigí a verte. Debo confesarte que no soy una persona que se involucre mucho, ocasionalmente espero que los demás lo hagan por mí. Pero ese día, sentí que debía hacerlo. Esa noche Daniel, vi a tu madre, acercarse a las velas que había encendido la gente en tu nombre. Casualmente quedé muy cerca de ella, rodeada de luces y periodistas que la acechaban. ¿Y, sabes algo? Su rostro era tranquilo. Todo a su alrededor era caótico, pero sus ojos estaban en paz. De sus labios nació un ‘gracias por todo’ alegre y entusiasta, y los aplausos alrededor no tardaron en oírse. La aplaudí, Daniel, tanto como pude la aplaudí. Se puso de rodillas, encendió una vela y volvió a entrar, tan apacible como había llegado. Fue sin duda una de las cosas más bellas que he visto en este último tiempo. Un momento materno en cámara lenta, una despedida agridulce y serena. La belleza hiriente de verte partir sin haberlo pedido. Esa noche, ese simple acto reveló lo que fui a buscar ese día.
Hoy, no voy a culpar a la Iglesia ni a los sectores más conservadores. Hoy quiero reconocer mi culpa. No voy a inculpar ni a la política ni a los ilusos que se dejan influir por ideologías obsoletas, inhumanas y terribles que promueven el odio. Ni a la sociedad ni a la cultura. No voy a culpar a esos padres que, al ver a sus hijos reírse del compañerito diferente, prefieren callar y no decir nada. Hoy, quiero reconocer todas aquellas veces que YO callé quien soy. Todas esas veces que reaccioné con vergüenza de lo que soy. Todas esas veces que mentí, que engañé, que dejé que se burlaran de mí.
Por todas esas cosas y muchas más, Daniel te pido perdón. Porque la sociedad no la construyen todos esos políticos corruptos que nos dirigen. La construimos todos. Si hoy ya no estás con nosotros, es porque todos contribuimos a que así fuera. Como decía uno de los carteles dispuestos en la reja de la Posta Central, ‘perdónanos por esta sociedad asesina’.
Hoy, me comprometo a no esperar que otros den un paso por mí. Prometo no resentirme y actuar con odio. De que me sirve maldecir a tus agresores y esperar de brazos cruzados a que las cosas cambien. Me comprometo a no enajenarme de la sociedad, sino volver a ella y educar a los que me rodean. A derrumbar mitos, a construir un cambio y a no olvidar tu nombre. Detrás de cada hombre que se burla, detrás de cada mujer que no entiende, detrás de cada cara de extrañeza y rechazo, simplemente existen prejuicios, falta de educación y poca cercanía. Es que no sabemos quiénes somos. Es que no queremos entendernos. Es que tenemos miedo. Y yo quiero que eso cambie.
Desde hace unos días estabas en un barco navegando entre la vida y lo que hay mas allá de ella. Tu energía por quedarte mantuvo a la opinión pública pendiente de ti. Pero hace unas horas, tu barco finalmente ha zarpado. Espero que entiendas que tu nombre, HOY, nos ha cambiado como nación y que tu violento desenlace, para muchos como yo, ha contribuido positivamente en nuestras vidas.
Buen viaje Daniel Zamudio.
Blog original:
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